El “Centre Borsky Sports”, donde está alojada la selección de Uruguay, se encuentra a 30 minutos en auto del centro de la ciudad de Nizhny Novgorod, ubicada en la confluencia de los ríos Volga y Oká y a 420 kilómetro de Moscú.
El ambiente con el que cuenta la preparación de la selección uruguaya es muy tranquilo, armonioso. Llama la atención la austeridad de las instalaciones: tres canchas, y una hotelería modesta, donde no sobra ni falta nada.
Justamente algunos periodistas extranjeros ponían foco en el hecho de que la sobriedad de las instalaciones van en consonancia con la que tienen los jugadores celestes, el cuerpo técnico y hasta el jefe de prensa, Matías Faral.
“Aquí hasta te habla el Jefe de Prensa”, comentaba Alvaro Montero, periodista de Mediaset (cadena televisiva de España). Justamente le tocó cubrir a Uruguay durante el mundial. “Vamos a llegar a las instancias finales” planteó, mientras esperábamos que ingresaran los jugadores a la cancha principal del complejo, en otro proceso de “griezmanización”, en este caso periodística.
Uno de los detalles que se repite a lo largo de todo el mundial es el tema de la seguridad. Cuando se pretender ingresar a determinado lugar hay que sortear un completo dispositivo. Para ver el entrenamiento y la conferencia de prensa, hay que pasar por un detector de metales y escáner, lo cual no es ninguna novedad, pero lo que sí llama la atención es que hay 10 personas observándote cada uno de tus movimientos. Es más, si por alguna razón –que vaya a saber uno cual es- ellos perciben algún gesto extraño – reírse, hacer un chiste, tener puesto los lentes de sol- enseguida se acerca la seguridad a chequear pasaporte, acreditación y sobre todo, corroborar que la foto coincida con el rostro.
Hasta el Maestro Tabárez deslizó en una de las conferencias que la seguridad era un poco excesiva.
Fan Fest
En cada una de las sedes del mundial se destina un espacio para montar la fan fest, o la fiesta de los fanáticos. Varias pantallas gigantes, juegos interactivos, plaza de comidas y sobre todo bebidas, conforman un ambiente de fiesta y recreación, donde se nuclean no sólo las selecciones circunstanciales que estén disputando un match sino que también es un espacio de integración con la comunidad local.
Como siempre en este mundial, con un fuerte operativo de seguridad, hay que franquear dos controles, y luego se despliega un espacio de enormes dimensiones y allí surgen bailes, fotos, cánticos, encuentros de diferentes culturas.
Cada selección le busca dar su impronta: los mexicanos a los gritos y que viva “Zapata” y “Pancho Villa”, los brasileños a puro baile, los suecos copando los bares, los coreanos pura observación y contemplación.
En definitiva, el mundial está concebido como un gran espectáculo, donde el consumo es el motor de toda la industria, y en este sentido, la fan fest se acopla perfectamente con la propuesta de la “fiesta del fútbol mundial”. Si alguien pidiera una síntesis de la fan fest, tres serían sus ingredientes: alcohol, comida, conocer gente y mirar fútbol.
Máximo vive
De 1932 a 1990 el nombre de la ciudad era Máximo Gorki, escritor y político del movimiento revolucionario. Lo homenajearon en vida, poniéndole el nombre a la ciudad cuando él tenía 64 años, cuatro años de que falleciera.
La caída del socialismo real se llevó puesto su nombre, pero su espíritu y referencia sigue presente por todos lados: plazas, bibliotecas, boliches, calles. De hecho, la parte más histórica de la ciudad, pegadito al Kremlin y con vistas al río Volga.
De calles amplias, mucho verde (árboles, plazas), la arquitectura alterna construcciones típicas de la época soviética –utilitarias, rectangulares- con algunas herencias, mucho más ambiciosas y llamativas, de la época de los zares.
El tránsito, como viene pasando por lo general, es bastante ágil –los rusos manejan muy rápido- y se convierte en peligroso por momentos. Una particularidad que tiene esta ciudad es que es muy difícil que los taxis acepten tomar viajes en la calle; solamente por teléfono o aplicación se consigue uno. ¿Raro? Sin dudas.