La selección uruguaya de basketball empezó su camino por las eliminatorias para el Mundial de China 2019, derrotando como local a Panamá y a Paraguay el jueves y el domingo respectivamente. El balance es que no hubo alto vuelo técnico ni táctico, apenas practicidad y dos valiosos puntos para la bolsa. Tampoco hubo tanto público como en la Americup, aunque el romance con el proceso iniciado por Marcelo Signorelli continúa por méritos propios. El público uruguayo cree en esta selección, sueña con volver a un Mundial después del lejano 1986 y acompaña a una generación de jugadores que está descubriendo además de un nuevo sistema de clasificación, lo que es jugar en Uruguay por puntos que duelen.
Y no es poco, haber ganado los dos partidos. De la misma forma que en cualquier competencia en la que se juega de local y de visitante, hay que ganar los puntos en casa. No es poco, tampoco, tratar de disimular las enormes bajas del gran Jayson Granger (por jugar en un equipo de Euroliga que no está obligado a cederlo) y del capitán Bruno Fitipaldo (por lesión). De golpe, y pese a recuperar a Mathías Calfani, nos faltaban dos terceras partes de nuestro tridente que tantas cosas buenas había hecho en aquellos partidos.
No debería sorprender, entonces, que el juego del equipo en estos partidos no fuera el mismo que vimos hace poco, al no estar los dos perimetrales titulares. Tanto propios como extraños, saben que Granger y Fitipaldo hacen que Uruguay pueda mostrar un basket de alto vuelo. Todo parte de ahí, para elevar el nivel, para las aspiraciones mundialistas de Uruguay, para que Esteban Batista pueda jugar más suelto. Para todo, porque por algo son jugadores de primer nivel. Por eso hay que destacar lo hecho por Santiago Vidal y Panchi Barrera contra Panamá, porque después de un primer tiempo en el que los propios jugadores uruguayos reconocieron que les costó engranar porque algunos nunca habían jugado juntos y el entrenador fue sincero al decir que tal vez las ansias de demostrar ante el público uruguayo habían jugado en contra; fueron la chispa que llevó a que los celestes revirtieran un panorama complicado ante un equipo de mucha experiencia y calidad.
El partido contra Panamá tuvo dos mitades bien distintas. Una, la de los primeros 20 minutos, donde la preocupación se hizo dueña del Palacio Peñarol y de los televisores. La segunda, en la que apareció Batista en toda su dimensión de pivot dominador a nivel FIBA, Pepo Vidal y Barrera hicieron todo lo posible para que no extrañáramos demasiado a Granger y a Fitipaldo, se mejoró el rebote defensivo y las ayudas, se cambió el ritmo del juego y hubo tiempo para que Juan Ducasse mostrara por qué tanto se habla de él y de que hay que cuidarlo para que sea el jugador que todos queremos. Todos destacaron la actitud del equipo para suplir las carencias de acople, y se terminó un partido de esos bravos con buenas sensaciones. El podio de los mejores exponentes estuvo compuesto por Santiago Vidal, que además de sus 13 puntos y 6 asistencias fue el revulsivo que logró contagiar al resto del equipo en defensa y levantó el ritmo del partido ante un equipo panameño con varios jugadores muy veteranos; junto a los toques de magia del Panchi Barrera con 17 puntos y 8 asistencias además de la jugada de la jornada en conjunción con un Esteban Batista que terminó con 21 puntos y 10 rebotes tras un primer tiempo en el que le había costado contra Jaime Lloreda.
El domingo tocaba Paraguay, aprovechando la posibilidad de jugar dos partidos consecutivos de local por haber cambiado los derechos con la Federación Paraguaya. Mirando de reojo, no escapaba a nadie que Argentina le había ganado por una diferencia importante, pero sabido es que a Uruguay generalmente le cuesta entrar concentrado ante rivales inferiores. Paraguay entró al máximo de sus posibilidades, viviendo el partido en un nivel de intensidad que los dirigidos por Signorelli no mostraban. Pese a las rotaciones, a los intentos por encontrarle la vuelta y al acierto ofensivo de Luciano Parodi, la cosa no engranaba. Que Uruguay es bastante superior a Paraguay, lo sabemos todos. Que, si un equipo no juega concentrado frente a uno de menor talento lo puede pagar caro, también. Nuevamente, la actitud de algunos jugadores, muy notoriamente Calfani y su intensidad de siempre en los dos costados de la cancha; el repunte de Batista en el tercer cuarto, aunque no con la claridad habitual y una mejoría en la defensa individual y colectiva pusieron la diferencia final en un partido muy feo de ver. Lo más destacado de Uruguay pasó por un Mathías Calfani que parecía estar jugando un partido diferente al resto en cuanto a intensidad, como demuestran sus 15 puntos, 14 rebotes y 4 tapas; acompañado por un Luciano Parodi que se transformó en la principal vía de gol con 17 puntos y un Batista que, pese a no tener un partido brillante, terminó con una planilla de 13 puntos, 9 rebotes y 3 tapas.
Pasaron las dos primeras jornadas de un sistema de clasificación en el que cada partido es importante, tal vez más que en los antiguos torneos FIBA Americas. La historia dirá que no hubo brillo, pero también que se ganaron los dos partidos cuando apareció la actitud que permitió sobrellevar momentos complicados. Sigue habiendo convicción en lo que se está haciendo; de parte de jugadores, cuerpo técnico y espectadores, pero también se sabe que para intentar ganar puntos afuera, habrá que sostener por períodos más largos los buenos pasajes de juego y de intensidad defensiva. Ahora vendrá otra historia, cuando en la próxima “ventana” de febrero, visitemos a Argentina el 23 y a Panamá el 26. Seguramente con Fitipaldo y sin Granger, iremos a afrontar dos partidos muy duros, en los que sería espectacular traernos al menos un punto, ya que además de avanzar a la segunda fase ocupando una de las primeras plazas será crucial sumar el mayor puntaje posible (que se arrastra a una segunda fase donde se jugará ante los tres mejores del grupo C que integran Estados Unidos, Puerto Rico, México y Cuba. De ese grupo, los tres primeros irán a China).