El domingo 9 de junio, muy poca gente en Uruguay siguió poniendo el despertador para ver a la Sub 20 en el Mundial de Corea. De golpe, ya nos parecía que no valía la pena despertarse a cualquier hora para ver a los juveniles en su campaña mundialista. ¿Alguien duda que si la Celeste hubiera jugado la final a las 3:30, todos los mismos que seguimos durmiendo durante el partido por el Tercer Puesto la hubiéramos visto?
Tal vez porque una extraña fuerza nos hace actuar como aquel jugador de Play Station, cuando pierde y dice “no juego más”, tal vez por algo relacionado a una falsa idea que tenemos de que “solo vale ser campeones” cuando hace 67 años que no somos Campeones del Mundo, tal vez porque ya sabíamos que la Sub 20 iba a perder; la gran mayoría de los uruguayos futboleros decidimos que la rutina de ese domingo se jugaba sin despertador, como siempre.

El tercer y cuarto puesto es considerado un partido extraño, en el mejor de los casos, o innecesario; para la mayoría de los uruguayos. Al menos con esa noción fuimos criados como pueblo futbolero. Para la concepción uruguaya, es una instancia diferente porque los dos equipos que se quedaron sin la final se deben enfrentar por un premio que para nosotros es de dudoso prestigio, mientras que otros países lo toman como una final. ¿Qué es lo que hace que no nos interese el partido por el Tercer Puesto y nos de igual? ¿Nos dejamos meter en la cabeza la idea de que “a Uruguay nunca le fue bien en ese tipo de partidos”? Por si fuera poco, tenemos el convencimiento casi absoluto de que nunca vamos a ganar el partido que define entrar o no en el podio.
Un repaso por la historia de nuestras selecciones en Campeonatos Mundiales nos lleva a la conclusión de que Uruguay es una selección que pierde más Semifinales de las que gana. También es incontrastable, que por ejemplo a nivel de mayores, la Celeste quedó más veces en el cuarto lugar (3) que en el primero (2). Fue así, que perdimos la posibilidad de subir al podio mundialista a nivel de mayores contra Austria en 1954, y frente a Alemania en 1970 y 2010. En juveniles, también tenemos tres cuartos puestos. Perdimos “el partido que nadie quiere jugar” contra Brasil en 1977, ante Mali en 1999, y recientemente frente a Italia en este Corea 2017. Solamente una vez, en el Mundial de 1979, alcanzamos el tercer puesto en definición por penales contra Polonia.
Si vamos a Copas América, lo primero que nos viene a la mente son las 15 consagraciones de la Celeste. En lo que va de este siglo, Uruguay llegó cuatro veces a Semifinales. Además del recordado título en 2011, se perdió el poco prestigioso tercer puesto ante Honduras por penales, lo mismo en 2007 ante México. Apenas una excepción, el podio ganado frente a Colombia en 2004, en un partido que según crónicas de la época fue jugado “a muerte”. En Copa de las Confederaciones, jugamos dos Semifinales y las perdimos; y también perdimos la definición por el Tercer Puesto. Seguramente, todas esas definiciones fueron diferentes y todas fueron jugadas con mayor o menor grado de motivación por los jugadores uruguayos.
Los penales contra Venezuela no solo dieron por finalizado el Mundial para Uruguay, también terminaron con los madrugones llenos de ilusión. Tal vez por la prevalencia de ese sentimiento tan arraigado, y por esa falsa noción de que “si no somos campeones es fracaso”, aquel domingo 9 de junio no fue diferente a otros. Quizás porque se instaló en el ambiente la idea de que un equipo Campeón Sudamericano después de 36 años y 4to en el Mundial fracasó; la enorme mayoría de los que habíamos madrugado durante 6 partidos, ni siquiera nos pusimos el despertador. Tal vez llegamos a un punto en el que deberíamos despojarnos de esa idea de que Uruguay está acostumbrado a ser campeón, y empezar a tomar a las Semifinales de Mundiales como algo bueno y no como una deshonra. Mucho más, si llegamos a ganar el partido por el Tercer Puesto.
Para la gran mayoría, el podio no valía el madrugón. Seguramente nos hubiéramos enterado al despertarnos y nos habría causado el mismo impacto que el Cuarto Puesto. La cuestión pasa por descubrir qué es lo que lleva a que Uruguay no pueda ganar estos partidos, y a que tampoco nos interese demasiado.