Los uruguayos vivimos el fútbol con pasión, identidad, aprehensión, de las pocas cosas que nos unen como sociedad. La demostración futbolística de la selección sub20 en el mundial de Argentina despierta admiración, respeto, y redobla las ganas de jugar al fútbol en Uruguay. Porque si hay algo que se reproduce lindo son los equipos de baby fútbol, las escuelitas, la aspiración de millares de jóvenes en dedicarse al fútbol como una profesión.
Varios habrán sentido que salió la espina clavada en el mundial de Malasia 97, con la dupla Olivera-Zalayeta, que ilusionó con una nueva era de la celeste. Un equipazo que en su momento permitió dejar de mirar al pasado sino sentir que el futuro podría estar bueno. Y luego vino la generación del mundial 1999 con su cuarto puesto («ruso» Pérez, Forlán, Chevantón, Pouso, Ligüera), que afirmó que justamente el potencial futbolístico de Uruguay se construye en las juveniles.
A nivel futbolístico, tal vez como el rendimiento de la Copa América 2011 donde el equipo de Tabárez se consagró campeón con una seguridad y tranquilidad inusitada, esta selección sub-20 demostró aplomo y convencimiento de una forma de jugar que rompió el molde de lo que tradicionalmente veíamos jugar a una selección uruguaya. Puede sonar exagerado, pero la agresividad en la presión contra la pelota, prácticamente sin faltas, la técnica individual de jugadores como el Cepillo González, Abaldo, Juan Cruz de Los Santos, todas al servicio del colectivo que fortalecen esa idea que se pregonó una y otra vez: lo grupal es la premisa para buscar los resultados.
Pasarán los años y seguiremos recordando este mundial de los juveniles. Tal vez una de las mayores enseñanzas que nos deja refiere a que se puede ser agresivo sin ser violento, se puede ser ambicioso en el juego sin descuidar que la defensa del equipo es muy importante, se puede funcionar como un equipo colectivo con tremendos talentos individuales, y que éstos estén al servicio «de lo que la jugada pide».
El proceso de Tabárez en la selección uruguaya dejó varias improntas, y entre ellas una forma de construir jugadores de la selección uruguaya. Una ética en los procesos colectivos. Cada uno con su impronta, éstos gurises campeones del mundo cuando vivieron el Mundial de Sudáfrica 2010 y la Copa América 2011 tenían entre 7 y 8 años. Sus referentes e ídolos eran Forlán, Muslera, el Ruso Pérez, Cavani, Suárez. La idea de «proyecto» no fue en vano, y no sólo la recompensa ha sido el camino. El maestro Tabárez produjo una verdadera transformación educativa en la selección.
Tras coronarse campeón del mundial, en rueda de prensa el DT Marcelo Broli recordó: “a veces un resultado puede teñir de cosas que te pueden faltar. Nosotros hicimos un gran Sudamericano. A mi entender fuimos el mejor equipo de ese torneo, y el resultado final no se nos dió. Y ahí aparecieron críticas dolorosas, cuando habíamos hecho un gran partido contra Brasil. A veces en el fútbol podes ganar o perder, lo que importa es como te preparaste y el compromiso que tienen los jugadores”.
¡A disfrutar y festejar! Salú