l   diciembre 6, 2022   l  

Los héroes también lloran





Terminó el partido. Mi hijo, como los hijos e hijas de muchas y muchos, tiene una camiseta de la selección uruguaya. Dice “Suárez” en la espalda, encima del número 9. Terminó el Mundial para Uruguay y –según sus palabras- también para él. Está llorando, como lloraba en el banco pleno de impotencia el gran Luis Suárez. De golpe, las lágrimas del 9 caen de los ojos de tres millones al unísono. Parece como si siempre volviésemos a aquello colectivo que Jaime Roos supo simbolizar en una canción y en un documental, aunque ya seamos más de tres millones. Todos lloramos un poco, literal o figuradamente, con Luis Suárez. Viéndolo llorar a él, nos pasa frente a los ojos una película que termina y emociona. Nos quedamos para ver las escenas post crédito, como indica la tendencia actual y nuestra resistencia a que termine.

Mi hijo tiene once años. No había nacido en Sudáfrica 2010 ni en la Copa América 2011. No se acuerda de nada de Brasil 2014 y sus primeros recuerdos de Uruguay en un Mundial son de Rusia 2018. De Luis Suárez, tiene los muñequitos miniatura con camiseta de Uruguay, Liverpool y Barcelona, un muñeco de acción y otro articulado que le pega de volea con la derecha. Para él, como para un montón de gente, es lo más parecido a un héroe de la vida real que conoce. Ese héroe de tantas batallas, al que hemos visto caer, equivocarse y tocar el cielo con las manos, el de la camiseta que Dante ya se sacó porque se terminó el Mundial, también llora. Los hombres lloran, los héroes lloran, los uruguayos perdemos y lloramos cuando nos damos cuenta de que se nos terminó una era que había empezado a terminarse en noviembre de 2021.

Ya no estaba el Maestro Tabárez, ya casi no quedaba ninguno de aquellos jugadores en cancha y apenas Edinson Cavani –que había entrado por Suárez y recibido de este el brazalete de capitán- terminaba el partido dentro de la cancha. El 10, el mejor de la cancha, el más pedido por la gente, ya no es Diego Forlán sino Giorgian de Arrascaeta. Ya no es Sudáfrica, ni Brasil, ni Rusia. Ya no pasamos de la fase de grupos. Como dijo el periodista Santiago Castro en un tweet de agradecimiento luego de la eliminación, junto con una foto de Suárez y Cavani festejando uno de los tantos goles que hicieron en la selección, lo que se acaba de terminar es también “La escuela, los temas de los cumpleaños, los Portezuelo, las tapas de las cuadernolas, el hilo suelto de las casacas truchas, el Napoli, el Liverpool, el Barcelona. La fe divina, el pecho inflado y la vida que se va corriendo. No somos más gurises. Una vida atravesada”.

Tal vez quedó en un segundo plano que se iba el partido y no podíamos hacerle un gol más a Ghana. Para las cámaras, incluso, era más importante lo que le pasaba a un hombre que lloraba frente a los ojos del mundo, que se masticaba los dedos y de tanto en tanto metía su cabeza dentro de la camiseta número 9 de máximo goleador de la rica historia de la selección uruguaya. Corea del Sur se metió en Octavos de Final y nos invadió la desazón; pero parecen venir flashbacks de Suárez enojándose con el Maestro y golpeando el acrílico del banco de suplentes porque no lo pone contra Costa Rica en el Mundial de Brasil, de sus goles a Inglaterra o el póker a Chile. Hay varios símbolos de ese proceso de selección que marcó un antes y un después en la historia de este fútbol, pero nadie puede negar que él es uno de los más importantes. El que mordió, incluso. En una era marcada por la superficialidad, la imagen de un jugador de 35 años en su cuarto Mundial llorando como llora un niño por perder es objeto de burla en Inglaterra y en Ghana. Yo elijo quedarme, en un momento triste en el que vi llorar a mi hijo como lloré yo con el 6-1 de Dinamarca en 1986, con la entereza del goleador que había hablado como un líder en la conferencia de prensa previa al partido y jugó ese último partido con todo lo que le quedaba. Se cerró definitivamente una era y vendrán otras, siempre.

El último partido de Luis Suárez en la selección fue contra Ghana, acaso como una de las tantas cuestiones simbólicas que han ocurrido en su carrera. Y ese día, mostrándose como un héroe en retirada, fue el capitán de Uruguay y jugó un partidazo. Mientras Sebastián Coates iba de 9 a buscar la heroica, Nicolás de La Cruz y Federico Valverde veían qué hacían con el último tiro libre y seguíamos reclamando el penal que le hicieron a Edinson Cavani, las miradas iban con un jugador que estaba en el banco. Hay gente que nunca va a entender que no es un héroe en el sentido más estricto del término, pero sus lágrimas -hoy o en la Copa América 2019- nos alcanzan a todos. A mi hijo, a sus propios hijos y hasta a Lionel Messi, que dijo que va a estar a su lado en todo lo que le pasa, en lo bueno y en lo malo. Como en aquella película bélica estadounidense de 1956 cuyo título original es “The proud and profane”, Luis Suárez es visto por muchos que lo demonizan como orgulloso y profano. Por estos lados, elegimos quedarnos con la traducción que se le dio al título de la película para el mundo de habla hispana y decir bien fuerte que “Los héroes también lloran”.

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