Por Fiorella Rodríguez (Texto) y Natalia Rovira (Fotos)
Estamos a días de que vuelvan a disputarse el principal torneo de fútbol uruguayo, y por ende a utilizarse los establecimientos deportivos, que no recuerdan cuándo fue la última vez que se vistieron con personas.

La pandemia dejó desolados a los lugares de encuentro, los que reflejan en sus leyendas su motivo existencial. Sus paredes hablan por sí solas, y la calma que los inunda, con melancolía pide a gritos que vuelva el ruido.

Supieron ser escenarios de alegrías y tristezas colectivas, de fechas históricas que quedaron registradas en los diarios y en el recuerdo infinito de la sociedad, y también, de momentos para el olvido que todos tenemos presente.

Mirarlos vacíos es imposible, visualizarlos en estas imágenes genera verlos a tope, con varones, mujeres, niños y algún que otro perro en la vuelta, se ve el olor a humo de algún carro de comida, invade el olor de algún cigarro, se ven los colores ardientes de dos equipos, y de fondo un bullicio permanente que se hace algo más suave cuando suena la voz de alguien comunicando algo por el altavoz, todo forma el contexto de lo que hay en el medio del escenario a donde se enfocan las tribunas; los unos contra los otros, fulanos contra menganos, la final más importante o el partido inicial, un amistoso o el clásico.

Todo lo que tuvimos que dejar por un tiempo, está volviendo, los estadios descansaron y esperamos no tener que dejarlos solos nunca más.



