Hace poco, una profesora de secundaria comentaba que algunos de sus alumnos, muy orgullosos, le contaron cómo fue el viaje para llegar al estadio a ver al cuadro de sus amores. “Íbamos tranquilos en el ómnibus pero vimos que había uno con la camiseta del otro cuadro caminando por la vereda… nos bajamos, lo cagamos a piñas y después esperamos el siguiente bondi para seguir el camino”. Así nomás, sin anestesia.
Varias preguntas se disparan sobre esto: ¿qué razones puede haber para que una persona (por lo general joven) lastime, agreda y llegue a matar a otro porque tiene un objeto que lo identifica con los colores de otro cuadro?, ¿de dónde surge este tipo de violencia? Por otro lado, ¿qué papel juegan los medios de comunicación y los comunicadores a la hora de opinar sobre estos hechos?
En el marco de una actividad de difusión de la revista ZONA MIXTA, se organizó en el Instituto Superior de Educación Física una charla sobre “medios de comunicación y deporte”, donde los ejes principales refirieron a cómo se construye la agenda informativa deportiva y qué se puede hacer desde el periodismo en torno a la violencia en el deporte.
Periodismo tradicional y alternativo
“A la hora de seleccionar contenidos el criterio que prima es el comercial y está claro que así sea porque los medios de comunicación son empresas, aunque nos sea más fácil entender que un supermercado es una empresa, en periodismo es obvio que Nacional y Peñarol van a acaparar los tiempos de cobertura porque es lo que le interesa a la gente, y esto equivale a más rating y por tanto mejores contratos publicitarios para las empresas” disparo Ignacio De Boni, estudiante avanzado de Sociología y columnista en Por Decir Algo.
La tensión entre colocar temáticas novedosas pero con pocos receptores o reiterarse en transmitir información de fútbol o basquetbol que asegura audiencia es uno de los desafíos en la construcción de la agenda informativa de los medios especializados.
Contando el caso de La Diaria, Rómulo Martínez Chenlo relató que “desde un principio plantee que como periodistas tenemos que ser justos, ecuánimes – no objetivos – y tratar de llevar la crónica deportiva lo mejor que podamos. Cada uno de los cronistas se tiene que ir a una cancha (no cubrir solo a “los grandes”) pensando que su nota puede ser la contratapa del diario del lunes”.
También, como pocos medios, en el diario cubren los torneos de futbol del interior “el más uruguayo de los campeonatos… y si habrán historias para contar sobre cada una de las localidades que están representadas por los equipos” remata Chenlo.
Por su parte, Ricardo Piñeyrúa, colocó que “lo que hoy se comunica en deporte refiere a una comunicación sobre el espectáculo deportivo y esto apunta al entretenimiento exclusivamente”. Una de las dificultades que percibe es que “falta un reconocimiento por parte del Estado, los gobiernos y la academia respecto al valor cultural que tiene el deporte como espacio de entretenimiento en nuestra sociedad, así como también falta una crítica en torno a si eso es bueno o malo”.
A su vez, esto se traduce en faltas de iniciativas. “No hay políticas para los medios de comunicación que alienten otras manifestaciones del deporte… así como existe una agenda cultural de espectáculos estaría bueno que haya una agenda deportiva detallada”.
Investigar la violencia
Estudiantes, docentes e investigadores de diferentes servicios universitarios se han juntado para discutir y elaborar en torno al deporte como fenómeno social. Bajo el rótulo de “estudios sociales y culturales del deporte”, se inscribe un proyecto de investigación en torno a los discursos sobre la violencia en el deporte en el que vienen participando las áreas de Educación Física, Sociales y Antropología de la UDELAR.
Concretamente la investigación busca echar luz sobre los diferentes discursos que se perciben entre el mundo académico y los actores directos del deporte (jugadores, técnicos, periodistas), a fin de crear una salida creativa y colectiva.
Líber Benítez, docente e investigador del ISEF, detalló que se “busca superar el lugar del deporte masificado y poder generar nuevos diálogos con los actores barriales”. Justamente, el grupo de estudio parte de la base que tanto la conformación del sentido común así como las decisiones políticas están influenciadas por los actores directos. Una de las características diferenciales de la propuesta está en los talleres que realizarán en diferentes localidades con el objetivo de construir propuestas ancladas en los territorios.
Desde el análisis de las medidas que se toman como paliativas a la violencia, De Boni planteó que tienen una “lógica punitiva, policial: mayores controles, operativos, cámaras de vigilancia, endurecimiento de las penas”, todas iniciativas, que a la luz de los hechos no han sido soluciones duraderas.
A veces se torna casi un ritual tomar como positiva la experiencia de los ingleses en el combate contra los hooligans, a lo que Rómulo critica “somos nordomaníacos… nos encanta decir “ellos sí pudieron” pero a alguno de los que sacan cartel con eso ¿saben la biaba que se dan a la esquina de los estadios, donde se juntan especialmente para pegarse?”
Piñeyrúa sintetiza en que “constantemente estamos viendo medidas para sacar gente de la cancha… no digo que no haya que tomar algunas pero se parecería estar tapando la mancha de humedad con un cuadro, haciendo que el espectáculo sea cada vez más selectivo… tendremos que buscar la forma de saber qué nos pasa como sociedad”.
“… ¿Cómo va a costar semejante fortuna ir a la cancha? Me trabo porque no sé cómo formular la siguiente pregunta. En español la pregunta es simple: “¿Y cómo hacen los pobres para ir?”. Claro que eso es en español directo. En el español de los eufemismos, debería reemplazar la palabra “pobre” por alguna delicadeza al estilo “personas de bajos recursos” o algo así. Pero mi inglés carece de eufemismos. Lo pregunto como puedo, con sencilla brutalidad. La respuesta también es sencilla. Y es brutal. Y viene acompañada de un meneo de cabeza.”No. They never go”. Así de simple. Los pobres nunca van a la cancha.
Simple. Sencillo y directo. Después hacemos un rato de silencio. Un poco porque el esfuerzo de hablar en inglés me deja agotado, y mis argentinísimas neuronas necesitan recuperar el aliento. Y otro poco porque necesito pensar en este lío. Porque yo tengo muchas ganas de ir a la cancha sin miedo y sin vergüenza. Sin el miedo a la violencia que las barras bravas ejercen, y sin la vergüenza de que las hinchadas, a veces, los aplaudan y los admiren. Pero no quiero que el precio que debamos de pagar sea un fútbol para ricos. Y me pregunto si no habrá otro modo. Me digo que tiene que haberlo, aunque yo no sepa encontrar la salida…”
Eduardo Sacheri, fragmento del cuento “English Lesson”