ebrero de 1996, George Weah juega en el Milan y se acaba de consagrar como el primer Balón de Oro africano en la historia. Primer paradigma derribado por aquel delantero espectacular que había llegado a lo más alto del fútbol mundial desde lo más bajo de un país como Liberia, nación creada por Estados Unidos para enviar a sus esclavos libertos (de ahí su nombre) en la que reina la pobreza, la desigualdad, el hambre y el miedo.
Por aquel entonces, ya se empezaba a hablar del perfil humano y social de Weah, quien, en la conferencia posterior a la premiación, hablaba del sentido de responsabilidad social del que empezaba a tomar conciencia. Sus acciones se encargaron de confirmarlo; financiando un hospital para niños en su Monrovia natal, fundando un club de fútbol y una escuela para otros deportes, todo con instalaciones de primer nivel para sacar a los jóvenes de la calle. El hombre que ofrendó su Balón de Oro al pueblo liberiano fue aclamado como un héroe nacional que también se encargó de sostener económicamente a su selección mientras la defendía en la cancha.
Al mismo tiempo, Liberia atravesaba dos guerras civiles que dejaron un saldo de 250.000 muertos. El corazón de George Weah seguía pensando en cómo hacer algo por su país y su gente. En 2005, ya retirado, decidió involucrarse en política, intentando llegar a la presidencia. En 2011, se postuló a la vicepresidencia. En 2014, fue electo senador. Finalmente, en diciembre de 2017 se convertía en el primer futbolista profesional que llega a la presidencia de un país. Segundo gran paradigma derribado.
Fútbol y política
Haber sido futbolista tuvo sus puntos a favor y en contra a la hora de hacer carrera política. A pesar de ser el hombre más destacado de su país por su trayectoria deportiva, distintos sectores señalaron su falta de formación y su escasa experiencia política para dirigir una nación. Fue por eso que Weah decidió prepararse para jugar en el terreno político y no quedarse solamente con su glorioso pasado deportivo. Su popularidad sería un instrumento para llegar al poder, no una plataforma. Ser uno de los llamados “hijos del pueblo”, junto a su condición de ídolo máximo, fueron los factores que unió a su vínculo con la gente para promover sus propuestas sociales (como la educación gratuita universal y las políticas de empleo).
Cuando una persona irrumpe en un ámbito distinto al que se le conoce, es mirada con lupa. Incluso por los de su propia clase, como el ex arquero de la selección de Camerún, Joseph Antoine Bell. Públicamente dijo que, como deportista, Weah debería saber que la historia no se detiene habiendo llegado a la presidencia y que tendrá que demostrar que tiene más para ofrecer que su popularidad deportiva. Además de hacer historia, el flamante presidente liberiano tendrá que eludir varios obstáculos como ya hizo en el fútbol. El primero, revertir la mala imagen de los políticos en su país. Otro, hacer olvidar las críticas que le realizan por sus ausencias frecuentes en la Cámara Alta en su actuación como senador. Un tercero, del que poco se habla y tal vez el más preocupante, que su mano derecha es la esposa de un ex presidente condenado a 50 años de cárcel por crímenes de guerra.
El escenario para la actuación política de alguien que proviene de otro ambiente siempre tiene contrastes. Pasa con figuras del espectáculo que han dado el salto a cargos públicos en diferentes países, algunas veces con sustento y otras no. En el caso de Weah, gran parte de sus compatriotas lo vieron como alguien ajeno a la fauna política y eso lo ayudó, dado que la imagen de los políticos en Liberia se asocia a la corrupción y a la deshonestidad. Pero, al mismo tiempo se generaron dudas acerca de su preparación académica (incluso fue utilizado como recurso por sus adversarios en sus anteriores intentos por llegar al poder). Luego de eso, decidió estudiar administración de empresas y criminología en una universidad en Estados Unidos.
De todas formas, y aunque el ex delantero fue uno de los principales artífices para que la comunidad internacional pusiera fin a las guerras civiles que asolaron Liberia entre 1989 y 2003, los dardos de sus rivales seguían llegando: lo acusaron de borracho, de ser más “estadounidense” que liberiano o de tener un programa poco preciso. El artista Kekura Kamara, integrante del equipo de relaciones públicas de Weah en sus épocas de futbolista, ha declarado su escepticismo acerca de las posibilidades del ex Balón de Oro como presidente. Según él, la presencia de la ex esposa de un dictador como compañera de fórmula será imposible de controlar para quien fue un gran futbolista pero que genera dudas como político. En esas mismas declaraciones, Kamara tildó a Weah de reaccionario y tomador de decisiones impredecible que cambió su ideología desde su primera candidatura en 2005.
Todas esas críticas quedaron en segundo plano cuando Weah alcanzó el 61,5% de los votos con un discurso político sencillo y práctico que nadie sabe identificar con una ideología concreta, con la educación como salida a los problemas. Como presidente de Liberia, tendrá mucho trabajo qué hacer. ¿Alcanzará con haber sido un gran futbolista y con el amor a su país? ¿El camino desde el fútbol a la alta política de Weah servirá de ejemplo a otras figuras del deporte? Es difícil saberlo, aunque las relaciones entre el deporte y la política no son nuevas. Otros futbolistas salieron al campo de la política, como el georgiano Kaladze (elegido alcalde y anteriormente ministro de Energía) o los brasileños Romario (senador) y Bebeto (diputado). Lo que está claro, es que el partido que juegan es otro y como tal se deberán juzgar sus acciones.