Semanas atrás, el entrenador del combinado nacional dijo algo así como que “por definición, el entrenador sabe más que el periodista o el hincha”. Frase que me despertó el irrefrenable deseo de escribir estas líneas, sobre todo ahora que ya casi no queda espacio en su carro.
Lubo Adusto Freire
Antes que nada, subrayar que nos referiremos no ya al maestro sino al señor Tabárez: su título de Maestro nada incide en el fútbol, un espacio donde no hay lugar para los estudios pos secundarios; en el mundo del balón, un neurocirujano y un Sendic son exactamente lo mismo, y ahí subyace el enorme potencial del deporte rey. La única diferencia entre ambos radicará en su capacidad para llevarse los 3 puntos, o acaso 1 dependiendo del trámite del partido.
Pero volvamos a la frase, que como buena parte de los volantes utilizados durante el proceso, son polivalentes y –por ende– de escasa utilidad en las cuestiones trascendentes de la vida y el deporte.
Me explico: es obvio que Van Gaal sabe más del presente del Manchester United que Federico Buysan. No hace falta haber cursado magisterio para darse cuenta que cualquier entrenador del siglo XXI tiene nociones básicas sobre detalles internos del club, y ha leído libros de tácticas y estratégicas que todo buen periodista deportivo que se precie jamás leería. No por una cuestión de capacidad, sino por algo mucho más importante: priorización.
El periodista deportivo menos agraciado, debe articular su profesión con la de otra que le brinde a él y a su familia el sustento diario. Creamé lo que le digo: el periodista apostado en Belvedere para el partido que en minutos disputarán Liverpool y Villa Teresa, no vive con el dinero que obtendrá tras repasar el trámite del score y definir la tarea del árbitro. En el mejor de los casos, tendrá el sueño de vivir del periodismo deportivo, mas para ello deberá incurrir en tareas incluso más indignas, como la de salir a conseguir un aviso de una automotora o agencia de viajes.
Por su parte, el periodista deportivo exitoso tampoco tendrá tiempo para instruirse, pues estará muy ocupado tuiteando, quedándose con el 80% del aviso de la automotora que consiguió el periodista menos agraciado, o ejercitándose en Via Aqua Spa. No es sencilla la vida del periodista propietario de los medios de producción. Y recordemos que allá por 1968, los movimientos revolucionarios tendientes a socializar los programas deportivos (al influjo de la consigna “Todo el poder a Vitette”) no dieron los frutos esperados. La gente se preguntaba “¿qué le pasa al Toto que ya no está en Glorias Deportivas?” y la presión social llevó a devolver a las máximas figuras a sus puestos de otrora. Puestos que los que aún viven ocupan hasta el día de hoy.
Pero acá viene lo interesante: que Tabárez sepa más que Buysan, no le impide a Buysan darse cuenta de que Tabárez comete tal o cual error. ¿Por qué? Porque la tarea de Tabárez y la de Buysan son diferentes, y, por ende, resulta un error juzgar la actividad de uno en virtud de los parámetros correspondientes a la actividad del otro.
Intentaré utilizar un ejemplo para que aun un periodista deportivo pueda comprenderlo: yo no sé absolutamente nada de urbanismo, movilidad urbana, o accesibilidad. Sin embargo, me di cuenta de que el Campeón del Siglo iba a presentar problemas de acceso: para empezar, no había un semáforo, ni un cruce peatonal, ni un resguardo para la parada de los ómnibus, por lo que los hinchas, al bajar de la unidad de transporte, deberían arrojarse a cruzar la ruta “a lo Peñarol”, nunca mejor utilizado el término. Si bien es proverbial la tendencia del hincha oro y carbón a obrar sin apelar al raciocinio, tampoco hay que abusar. Eso no me hace saber más que quienes diseñaron el estadio: sigo siendo incapaz de levantar una pared de ocho bloques. Pero mi labor, en este caso, es criticar. Y para criticar no es necesario saber de aquello que se critica. Solo hace falta saber criticar. Y Buysan sabe.
Para peor, no hay nada que le guste más al periodista deportivo que hablar sobre hechos consumados. Primero arriesga un posible escenario en lo previo a tal o cual partido, y si el escenario planteado no se cumple (algo que ocurre en el 85% de los casos) luego explicará cuáles fueron los errores de técnicos y jugadores para que no se haya dado lo que era obvio que debería haberse dado.
De esa forma tan sórdida opera la mente del periodista deportivo, señor Tabárez. Entonces, cuando usted nos dice que sabe más que nosotros, nos da gracia: claro que sabe más. Pero nosotros no estamos acá para discutir de táctica y estrategia, mucho menos para saber si tal o cual jugador entrenó con fuerza, o si aquel otro está pasando por un mal momento anímico. Acá de lo que auténticamente se trata es de criticarlo a usted, en virtud de lo que la gente está esperando leer o escuchar.
Si nuestro equipo ganó, diremos que usted acertó el planteo. Si su equipo perdió (note cómo cambia el posesivo), saldremos a puntualizar sus errores y a sugerir que vendría bien aprovechar los 5 meses que quedan para dar un giro de timón y darle al nuevo entrenador tiempo para trabajar y conocer al grupo.
¿Dirá usted que si decimos que usted acertó, sabemos de fútbol, y si decimos que usted se equivocó, no sabemos nada? No. Para su tranquilidad, no sabemos nada en ninguno de los dos escenarios. Hablamos de lo que ya pasó. Somos el tipo que le dice al que diseñó el Titanic: “Y… hacer semejante barco y no hacerlo a prueba de icebergs… ¿a quién se le ocurre?” O el que le dice a Berch: “no podés tener una radio si antes no asegurás bien la antena, está en la tapa del libro”.
Esa es nuestra misión en esta sociedad. La suya es liderar a un equipo que le dé al pueblo las alegrías que el contexto internacional desfavorable amenaza con negarle.
Cada cual hace lo que puede con el rol que le ha tocado.
2 comentarios
Geniooooooooooooooooo!!
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