l   agosto 16, 2017   l  

Opinión Los dueños de la pelota





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El pase de Neymar de Barcelona a París no es más que un símbolo del fútbol actual y la vorágine del fútbol como negocio en su punto máximo. Son tiempos en los que aquellas cláusulas «simbólicas» de 200 y 300 millones de euros que los clubes ponían por sus estrellas, pueden ser pagadas sin problemas por los nuevos dueños de la pelota (llámense magnates rusos, árabes o chinos), cambiando completamente el escenario.

Hace apenas dos meses, el ex jugador francés Eric Abidal decía esto en una entrevista en España: «Mbappe es buen jugador, pero su precio no es de 120 millones. Cuando se empiezan a pagar 100 millones como se hizo por Pogba, después por un jugador con más talento tienes que llegar a 200 y eso no representa el valor de los jugadores. Aquí en el Barça, ¿qué precio se pagaría por Messi o Neymar?».

Palabras premonitorias las de Abidal, que seguramente desconocía lo que se estaba cocinando en París. En la capital francesa, el dinero árabe había sido suficiente para ganar dos ligas, una Copa y dos Supercopas, pero todavía no había logrado impulsar el siguiente paso: ser finalistas de la Champions. Pero por petróleo y dinero no iba a ser el problema, entonces PSG rompió el mercado pagando la cláusula de 222 millones de euros por Neymar en una operación que entre cláusula, bonificaciones, primas, impuestos y salario supera los 500 millones de euros. El fútbol llega así a un terreno desconocido y a un escenario que causa miedo a unos cuantos. Por ejemplo, al presidente del Real Madrid Florentino Pérez, que ante el caso Neymar se apuró a subir las cláusulas de rescisión de sus jugadores a montos que parecen (por ahora) imposibles.

Florentino y los jequesParecen quedar atrás, muy atrás, aquellos 82 millones de euros que en 2014 Barcelona pagó por Suárez, los 77 que en 2001 el Real Madrid pagó por Zidane o los 46 que al año siguiente desembolsó por Ronaldo. Incluso los 100 millones que no hace mucho pagaron por Gareth Bale, quedan minimizados por el monto desorbitante del pase de Neymar. Hoy, los rumores y las transferencias avanzan a un ritmo que no se había visto nunca. Las exigencias van, las ofertas vienen, los números se disparan y el valor de los jugadores no se evalúa solamente por su desempeño en la cancha sino por la repercusión mediática o el efecto de marketing que pueda tener su contratación. Todo eso entra en el precio.

Como viene siendo tendencia, lo que hoy asombra, mañana será superado. La locura es cada vez mayor, cuando se entiende que jugadores como Mbappé y Pogba pueden valer 150 o 120 millones o se mira el clásico español especulando con las cotizaciones de los jugadores porque se sabe que el Barcelona tiene plata para gastar. ¿En serio valen eso estos jugadores? ¿Entonces cuánto valdrían Pelé, Cruyff, Maradona o Ronaldinho hoy en día?

Primero fueron los rusos, después los jeques del Golfo Pérsico y ahora los chinos. El fútbol europeo se entrega al poder de las economías emergentes y sus billeteras, mientras los números de diez dígitos y sueldos por minuto son la lógica de un fútbol de palcos con magnates con caras de aburridos que satisfacen sus caprichos de dirigir clubes de fútbol y comprar a sus jugadores favoritos casi como si estuvieran jugando al PC Fútbol. Voluntaria o involuntariamente, todos asistimos como espectadores para ver cuáles serán sus próximos deseos y qué nombres entrarán en ese juego de millones. Como en todo espectáculo, ya hay quien se sienta a disfrutar resignado de esta subasta de jugadores sirviéndose un whisky y una picada. Otros se resisten, indignados mientras los que aceptan estas nuevas lógicas los insultan diciéndoles “nostálgicos”.

Seguramente, casos como los de Francesco Totti, Paolo Maldini o Javier Zanetti, emblemas de un club que permanecían 15 o 20 años con la misma camiseta, ya sean cosa del pasado. ¿Habrá que aceptar el discurso frío que habla de números, venta de camisetas y contratos publicitarios, o lo que pasa adentro de la cancha tendrá siempre su lugar más allá de estas olas de dinero?

Chinos interNo se sabe lo que vendrá luego de estos 222 millones de euros que pagaron los árabes del PSG por Neymar, tampoco si ganarán o no la Champions o si se cansarán como sus colegas del Málaga cuando vieron que no llegaban los objetivos. Lo que es seguro, es que el dinero no es un problema para los nuevos dueños de la pelota. Aunque parezca descabellado, son ellos los que si quieren, pueden hacer que mañana los grandes del fútbol mundial no sean más el Barcelona, el Real Madrid o la Juventus y pasen a serlo el Young Boys de Suiza o el Saint Etienne francés, o incluso hacer que un equipo chino juegue la Champions League. ¿Sorprendería que aparezca alguno con una oferta de 1000 millones por Cristiano Ronaldo o Messi?

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