l   diciembre 7, 2022   l  

Instalaciones en el acto





Sabemos bien que los mundiales forman parte indisociable de nuestras líneas de tiempo personales y hasta estructuran los recuerdos como mojones que demarcan lapsos vitales. Pero hay otra facultad única que posee una Copa del Mundo: la de instalar de forma permanente un nombre. Y no me estoy refiriendo a los Pelé, Maradona, Beckenbauer, Ronaldo, Luis Suárez y una larga lista de nombres que usted puede autocompletar a su entero criterio y gusto. Estos jugadores pertenecen a otro universo de sentido, el de las estrellas que ya ocupan un lugar de nuestro cerebro y un Mundial solo viene a terminar de levantarlos en un altar de excelencia. Los nombres que un mundial nos instala llegan sin previo aviso, son un emergente explosivo que brilla a todo fulgor de forma breve para luego esfumarse rápidamente.

Hervé Renard. El Mundial de Catar ya impregnó en nosotros y nosotras el nombre de este francés de impecable camisa blanca. Nunca supimos que debutó en el Cannes de Zidane ni que se enfrentó al Racing París de Francescoli. Tampoco que fue el técnico dos veces campeón de África con Zambia y Costa de Marfil. Su destino estaba marcado, nada de lo que hizo o hará importa, fue con la épica victoria de Arabia ante Argentina que su nombre y apellido quedaron tallados en el inconsciente colectivo.

Oleg Salenko. Ninguno de los casi 20.000 días que lleva en el planeta tierra el nacido en Leningrado podrá igualar al 28 de junio de 1994. Las deidades mundialistas eligieron esa jornada para subirlo al altar de la inmortalidad con sus cinco goles a Camerún. Resulta inútil contar que antes de eso lo había hecho bien en el Logroñés y que tras el Mundial jugaría discretamente en Valencia y Rangers. Hasta las versiones que le señalaron con la intención de vender su bota de oro a un jeque árabe parecen diluirse en un mar de información dudosa e innecesaria. Para el gran público futbolero nada podrá cambiar cuál es la memoria que evoca su nombre.

François Omam-Biyik. Cuando en 1990 Camerún sorprendió al mundo al vencer a la vigente campeona, obró el milagro a través de un hombre tocado por la vara mágica. El salto de Biyik superó en varios cuerpos al Boquita Sensini hasta alcanzar su nube número nueve personal y el triunfo ante la Argentina de Maradona representó su ascenso a los cielos mundialistas. La sombra que proyecta ese gol es demasiado alargada como para permitirnos ver que disputó dos mundiales más, que fue delantero del América de México o que incluso fue asistente de Javier Clemente durante su ciclo como técnico de los leones indomables.

Es en estos días de la máxima competencia del fútbol, que resulta interesante realizar el ejercicio personal de repasar cuáles son los ítems que expanden esta lista en las profundidades de nuestra mente, donde se encuentran instalados aquellos nombres que solo un Mundial puede darles el pasaje hacia la inmortalidad.

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