l   abril 24, 2017   l  

¿Estudiás o trabajás? De la cabeza a los pies





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El caso de Diego Riolfo y su reclamo público para que le brindaran la posibilidad de una mesa especial para rendir las últimas dos materias para recibirse de economista, instaló en la opinión pública un problema que existe hace mucho tiempo, y que debería atenderse.

Estas épocas de redes sociales, de inmediatez y horizontalidad en el manejo de la información logran efectos que deben ser aprovechados en cuanto a la visibilidad que pueden obtener algunos temas. Bienvenida sea la discusión y la oportunidad de ponernos a pensar sobre algo que no es nuevo, pero debería quedar atrás, mostrando que podemos evolucionar como sociedad: la posibilidad de compaginar el fútbol con los estudios.

Algo tenemos que estar haciendo mal, cuando al conocer el caso de un futbolista que estudia, este es señalado casi como un “bicho raro”. ¿Cuántos quedaron por el camino ante la obligada dicotomía de “o estudiás o jugás al fútbol”? Tal vez el fútbol se perdió a algunos cracks, nunca lo sabremos; pero también unos cuantos se perdieron la posibilidad de estudiar y lo lamentaron luego. El fútbol profesional fue desde siempre un ámbito en el que debería ser más fácil estudiar, si existiera voluntad de los clubes y políticas educativas que acompañaran el desarrollo de una actividad deportiva (además de otras que contemplaran, por ejemplo, a aquellas personas que trabajan 8 horas. Pero esa es otra historia). El estudio es una actividad que se puede desarrollar en el tiempo libre que posee un futbolista y debería ser visto como algo normal, y no como una rareza o una excentricidad. Sin embargo, cuando pasa un caso como el de Riolfo, nos damos cuenta de que algo no está bien.

Otro caso paradigmático es el de Emiliano Albín. Su convencimiento de que se puede compaginar el fútbol con el estudio, lo ha llevado a tomar con naturalidad que un día podía estar jugando una final de Copa Libertadores con Peñarol, que otro día le iba a tocar jugar en Boca con Riquelme y dirigido por Bianchi, como también podía quedar libre y aprovechar para cursar un par de materias en la Facultad de Agronomía, mientras miraba de reojo la posibilidad de conseguir equipo. En el medio, también le iba a tocar jugar unos Juegos Olímpicos y que le hicieran muchas notas como “el jugador que estudia”. Albín ha mencionado en algunas entrevistas, que tanto en Peñarol en su momento como en la Facultad le dieron apoyo y facilitaron de alguna forma el poder realizar las dos cosas simultáneamente, algo que debería ser normal y frecuente.

Un perfil del futbolista uruguayo realizado por el economista e investigador Pablo Echegoyen en el año 2010, llegó a la conclusión de que eran muy pocos los futbolistas que estudiaban (20%), pero que a su vez, eran muchos los que querrían continuar con los estudios (70%). Esto nos muestra que habría que hacer algo con esa voluntad, y que deben aparecer políticas educativas en el deporte. El estudio también arrojaba que un 9% de los futbolistas contaba con estudios de nivel universitario incompletos, un 22% tenía 6º año de liceo (Bachillerato) terminado, un 51% había llegado al Ciclo Básico, o sea tercer año de liceo o más, pero sin tener el liceo completo (6º año), y un 18% tenía apenas terminada primaria y no había llegado al Ciclo Básico de liceo.

Aquel futbolista que decide estudiar al mismo tiempo que desarrolla su carrera deportiva debe lidiar por el camino con muchas opiniones que le indicarán que ambas actividades son incompatibles, con entrenadores que dejarán de tenerlo en cuenta ante alguna ausencia a entrenamientos por motivos de estudio, y con un entorno que le dirá que estudiar no vale la pena. Muchas veces se lo estigmatiza, y cuando estudia es hasta objeto de burla dentro de su mismo ámbito profesional. Se debe elevar la mira y no bajarla, por eso se debe dejar de desalentar al jugador a que no estudie y se centre solo en el fútbol.

El estudio debería dejar de ser considerado como una opción. A diferencia del fútbol, es para toda la vida. Son pocos los futbolistas que tienen clara la idea de preparar el futuro. Ojalá hubiera más tipos como el Maestro Tabárez, que vio que el Magisterio era una opción alternativa al fútbol, en una época en la que eran muchos menos los futbolistas que estudiaban; ojalá hubiera más Albínes y más Riolfos, y también más futbolistas que escriban, piensen e inviten a pensar desde otros ámbitos; como hacen Daniel Baldi, Agustín Lucas o Bigote López. Ojalá hubiera más gente como Fabián Coito, que siendo el técnico de una selección uruguaya, sigue teniendo vocación docente y la vuelca en el Maturana, su colegio de toda la vida.

El caso de Riolfo ayudó a hacer visible un problema, y ayudó a instalar la necesidad de fomentar que el estudio no sea un lujo para un deportista profesional. Ojalá también ayude a lograr que los jugadores en formación sigan estudiando, que no se les pongan obstáculos y se acompañe el proceso educativo de forma paralela al deportivo, algo que contribuiría a formar personas y jugadores integrales. Como en cualquier otra actividad, siempre va a ser mejor tener personas pensantes, críticas y con ganas de superarse, además de tener un plan B en caso de que el fútbol no funcione, o para cuando se termine. Aunque para algunos, el fútbol sea una expresión menor o marginal de la cultura; debemos alentar a que se promuevan otras formas de hacer y de formar, y atender a los que tienen la inquietud de superarse y crecer.

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