l   marzo 1, 2017   l  

Coleccionistas de camisetas Cuanto tienes, cuanto vales





E

El mundo del fútbol es popular por naturaleza. Su efervescencia contagia y llega a límites insospechados que hasta, quizá, aún no conocemos. Todo lo que encierra la pelota, los jugadores, los clubes y los protagonistas directos (o indirectos), atraen. Pero hay algo que no es humano, que es material y que también nos vuelve locos, o nos llama la atención: las camisetas.

En esta nota Zona Mixta se propone ahondar en el mundo de los coleccionistas de camisetas. Un ámbito que opera con su propia lógica y que tiene condimentos anecdóticos, propios claro, del fanatismo por el fútbol, o por las camisetas. No desarrollaremos la historia de las camisetas que, claro, comenzaron a utilizarse con el fin de diferenciar los equipos y de a poco fueron mutando. Gran cantidad de equipos tomaron sus colores oficiales por el material que consiguieron en la casa de telas, a bajos costos, o por ser la única adecuada que existía. La aparición de números para identificar a los jugadores (se usaron por primera vez en el mundial de 1950), los escudos, las marcas y la posterior publicidad, conforman un halo perfecto que hoy combina todo lo que debe tener una camiseta de fútbol.

Mi hobby

Coleccionar cosas no parece tener una explicación muy lógica. Es parte de la condición humana y generalmente está ligado a personalidades metódicas, organizadas, detallistas, cuidadosas y hasta obsesivas. Según recoge Luis Prats en una nota publicada en El País sobre coleccionismo, el alemán Walter Benjamin plantea que lo que mueve al coleccionista es el deseo de comprender y organizar el mundo como un cosmos. “Al gran coleccionista le perturba de modo por completo originario la dispersión y el caos en que se encuentra toda cosa en el mundo”.

En Uruguay la idiosincrasia del fútbol es la que nos mantiene. Siempre el tiempo pasado fue mejor, y las camisetas de antes también. Los coleccionistas juntan todo tipo de camisetas, pero tienen sus estrategias, sus modelos, su experiencia y su camino. Ese espacio que recorrieron en el tiempo los hace ser más exquisitos, tener paladar aún más fino y conseguir cosas que realmente valen la pena.

Ser coleccionista no tiene una ciencia. Se empieza a juntar camisetas y listo. Quizá luego uno decide qué tipo de prendas busca. Puede ser solo de la selección, de Peñarol, de Nacional, de cualquier equipo uruguayo, o todo junto. Puede ser de selecciones, de equipos de América, de Europa o solo de determinada marca. Puede ser incluso de una época determinada, o solo de un jugador.

En Uruguay todo es más chico, es cierto, por eso a veces las camisetas que llegan o alguna vez vistieron a algún equipo son limitadas y muy difíciles de encontrar. La esencia de la camiseta de fútbol también ha mutado, porque hoy el negocio de las marcas ha crecido y se venden en cualquier tienda. Pero ahí hay una sutil diferencia, ya que los coleccionistas solo recolectan camisetas que fueron utilizadas por futbolistas y por ende tienen todos los detalles correspondientes. Quizá, si no aparece esa, una camiseta en su versión de venta (o de tienda) puede suplantarla por un tiempo hasta que aparezca la buscada.

Julio Lezama está metido en el tema hace aproximadamente cinco años. Le gustaban las camisetas de Nacional desde pequeño y comenzó a observar los diseños, los sponsor, las marcas. En ese entonces solo tenía los modelos que le gustaban, o los que conseguía, hoy tiene más de 200. “Un día fui a Buenos Aires y un conocido vendedor de camisetas me ofreció varias de Nacional. Me dije de comenzar a coleccionar todas las camisetas que tuvo mi equipo, y así empezó de a poco esta locura de ir juntando”.

La colección la inició como una forma de fanatismo hacia Nacional, las camisetas tienen su historia y eso permite revivir momentos en los que estuvo presente, o no. “Creo que hay muchos criterios para hacer especial una camiseta, lo más importante es el aspecto deportivo, es decir lo que se logró con esa camiseta. Luego la antigüedad le agrega un valor, porque son limitadas, y algunas con detalles las hacen únicas, por haber sido utilizadas quizá una sola vez”.

Diego Fontes colecciona camisetas de Peñarol desde 2008. Como era hincha comenzó a comprar de a poco, pero luego se metió de lleno en el tema y comenzó a conseguir las camisetas que lograron títulos internacionales, o algunas que marcaron una época como las de la línea Puma en 1987. “Lo primero que me motivó fue tenerlas, siempre te motiva lo que no tenés. Coleccionar implica tener un modelo de cada una, y en las campeonas tener todos los modelos, es decir suplente y golero incluido. Esa es mi forma de coleccionar. La camiseta tiene que haber sido utilizada, no busco calidad, sino busco lo que no tengo. Primero busco lo que aparezca, y luego te vas perfeccionando”.

E16831331_10155162076959739_1119870404_nl caso de Damián Rottuno quizá sea uno de los pocos, ya que desde 2007 colecciona camisetas de todos los equipos del fútbol uruguayo, excepto de Nacional, ya que es carbonero. Tiene casi 500 camisetas de todos los equipos, y son de su colección personal. “Fue una locura, yo empecé porque estaba con un amigo viendo un partido de chiquilines y vimos que todos tenían camisetas de equipos internacionales. Entonces me dije de empezar a coleccionar camisetas de equipos uruguayos, para contagiar. Luego el tiempo me dio la razón con los logros de la selección, y ahora todos tienen de Suárez y Cavani. Lo especial que encuentro en las camisetas de equipos en desarrollo, es que quizá nunca nadie las vio. Hay algunas muy artesanales, que tienen costuras a mano, o parches que tapan publicidades”.

Alfredo Pintado es coleccionista hace nueve años y su inicio fue por su vínculo con el fútbol. En 1989 fue a un partido en el estadio y se enamoró de Peñarol. Un vecino vendía productos en el estadio y entonces le daba una entrada para ir a muchos partidos. “Empecé a meterme a la cancha y estaba con los jugadores. Les pedía camisetas pero no me daban. Mi primera camiseta la compré con un trabajo que hice para mi tío. Con esa empecé a ir. Siendo adulto empecé a juntar alguna camiseta en general, hasta que un día tenía cuatro camisetas y un muchacho me dijo que podía venderlas. Vendí y entonces vi que había coleccionismo, que yo no estaba solo, y que se podía comprar en ferias, a vecinos y también vi que era un negocio. Vendí lo repetido, me conecté con gente que tenía camisetas e intercambiábamos. Hoy tengo más de 1500 camisetas en total”.

Mi pasión

Julio tiene muchas camisetas, pero algunas son sus favoritas. Prefiere las de Nacional de la marca Adidas de 1980, Puma de 1984 o Topper, con la que su equipo fue campeón de la Libertadores en 1988. También suma a su podio las que vistió la línea argentina (ya desaparecida) Nanque de 1990 a 1992.

Para conseguir camisetas hizo de todo: viajar, contactar, hablar con muchas personas y estar atento. “Trato de no pagar ninguna camiseta arriba del precio del que la puedo llegar a vender. En un caso tuve que hacer un esfuerzo y gastar 400 dólares”.

Lo que pueda llegar a pasar con su colección es algo que aún no le inquieta a Julio, si bien le ofrecieron comprar algunas camisetas puntuales (y las ha vendido), nunca le ofrecieron comprarle la colección completa. “Pienso que esto le puede quedar a mis hijos si les interesa, pero si no, no lo sé, quizá tenga que tomar una decisión”.

Julio Lezama cree que el mundo del coleccionismo de camisetas en Uruguay crece de manera dinámica, con cada vez más interesados, lo que hace que el valor de las piezas crezca. “Es algo normal en otros países, donde el coleccionismo lleva años. De a poco se van generando espacios de exposición, y existe interés por los allegados al fútbol en general. Este hobby te permite intercambiar experiencias, información y camisetas con gente de otros equipos pero con un interés en común. En los tiempos que corren eso es una buena señal”.

Diego Fontes tiene predilección por la camiseta Puma de Peñarol en 1989, aunque también la línea Nanque de 1992 entra entre sus favoritas. Le gustan las de Adidas, y o las Le Coq Sportif. “A veces las utilizo. Pero tengo una de Morena, calada, hermosa y no se puede usar. También una de Joya, y otra de Spencer, de Pedro Rocha, y una camisa de 1949 de Óscar Miguez”.

El costo de una camiseta es muy relativo, depende de lo que se pueda pagar, y hay cosas que se pueden ir de las manos. “Yo he pagado 1.300 dólares por una camisa, un número elevado. No sé si acá en Uruguay algo vale tanto. Lo que sucede es que querés vender algo y vale mucho menos de lo que vos lo pagaste, o lo que pedís. El mercado es muy raro”.

Diego no vende, solo colecciona, pero si lo necesita lo hace. “Si hay que cambiar se cambia, y si necesito vender lo hago, pero sé que otros hacen un negocio de esto. Puede ser muy grande, porque se encuentran cosas muy importantes y en otros lados se paga bien. Algunos saben que compran barato, y pueden triplicar el precio por el que pagaron. Por eso es un negocio”.

Igualmente Diego reconoce que en el mundo del coleccionismo surgen algunos aspectos no tan buenos, como peleas “de niños” por una camiseta. “Se enojan. No creo que se favorezcan entre sí los coleccionistas. Hay buenos compañeros y con ellos te favorecés mutuamente. Intercambiar es difícil porque cuesta ponerse de acuerdo. Veo mucha gente que se pelea”.

En cuanto a su colección Diego no tiene claro qué podrá pasar. No sabe si venderla, aunque cree que todo tiene un precio. Hoy las tiene ordenadas en su cuarto, con maniquíes y utiliza algunas. Dejárseles a sus hijos es una opción, pero nunca donaría, y menos a Peñarol. “Creo que mi colección es muy buena y sé que nadie pagaría lo que yo pretendo. Pero si viene alguien con un número importante, que sé que no va a aparecer, la vendo. Entonces calculo que me la voy a quedar toda la vida. No tengo miedo, si en algún momento preciso venderlas lo haré, porque son vendibles. Ya he vendido una parte grande”.

16833511_10155162083714739_136107401_oDamián coincide con Diego en su favoritismo por Adidas, tanto en Peñarol como en la selección. La camiseta que más pagó fue unos 300 dólares, aunque no lleva la cuenta de lo gastado. “Por lo general las más antiguas valen más, de los años 70 y 80. No tengo eso de evaluar cuál camiseta me costó más conseguir, todas tienen su complicación. La más cara que pagué fue una de Joya de 1960”.

A él sí le han ofrecido comprar toda su colección, aunque prefiere no manejar cifras porque puede ser excesiva. “Increíblemente un hincha de Defensor me ofreció mucho dinero por una camiseta de Martín Cáceres de Copa Libertadores. Pero le dije que no”.

Damián también intenta conseguir camisetas de Nacional, porque sabe que las puede intercambiar. Su colección la tiene en un lugar especial, con todas colgadas en perchas y cada tanto las lava por un tema de cuidado. “Mis camisetas las consigo en varios lugares, pero un buen coleccionista nunca revela su fuente (rie). Lo más loco que hice fue pedírsela a jugadores que estaban arriba de un carro de caballo, o a un vendedor en la feria se la compré y se la tuvo que sacar”.

Alfredo Pintado se muere por las camisetas, las tiene guardadas en su “mega búnker” y las cuida como oro. “Lo especial que tienen es su historia, saber que la usó un jugador de fútbol. Cuando te la ponés sentís una energía especial, una buena. Las que son malas camisetas no me las pongo, cuando te ponés una camiseta ganadora te sentís bien. Es una atracción, hay algo que te cincha a tener lo más antiguo. Yo me quedó de los años 80´ para atrás, es lo que me atrae”.

La colección personal de Alfredo también incluye a varios equipos. Hay camisetas de Cerrito, de Wanderers de 1950, Danubio 1980, Defensor 1980, Liverpool 1980. “Las cosas exóticas me atraen, tengo muchas de jugadores de mi época como Darío Silva o Marcelo Otero en clubes internacionales. Después también tengo alguna de Nicolás Olivera o de Javier Chevantón. De Uruguay junté todo, lo mismo de Peñarol. Tengo cerca de 100 en mi colección personal, pero no las he contado. Están colgadas en mi museo en mi casa, y otras guardadas en una valija”.

En cuanto al intercambio Alfredo aprovecha las camisetas de equipos que tiene, la variedad, y las cambia por camisetas de Peñarol o de Uruguay. “El otro día me entregaron una medalla de Pablo Bengoechea campeón 1999 del torneo uruguayo y una plaqueta que jugaron un partido contra el Real Madrid. Por intercambio es la mejor forma. He pagado caras algunas camisetas. En España tenía una del Atlético Madrid para vender a 500 euros, pero cuando el muchacho me mostró una de Uruguay que tenía se la cambié. Pagué 300 dólares por una Le Coq Sportif o he entregado cinco camisetas por una”.

16839633_10155162079229739_545284585_nLa diferencia de Alfredo es que hoy el mundo del coleccionismo pasó a ser un trabajo. La compra de productos adecuados y venta a clientes interesados es rentable en la medida de que el negocio favorezca a ambas partes. “Vivo de esto. Es un negocio que deja dinero si conseguís la prenda adecuada. Conseguir camisetas es mi trabajo, yo busco por todos lados, entonces se me acerca gente. Como me entraba mercadería tuve que salir a vender”.

Respecto al mundo del coleccionismo Alfredo cree que le hace mal a muchas personas, y que eso puede contagiar al resto. “Hay gente que juega con las fotos y te muestra algo que no tiene. Muchos molestan y se quieren sentir mayor que los demás. Lo malo que tiene esto es la envidia. Lo bueno que tiene es la amistad que hacés con toda la gente, también a nivel internacional”.

El secreto de Alfredo en cuanto a conseguir no tiene misterios, conseguir camisetas de jugadores es una posibilidad. “La más básica es en las ferias, la gente que vende ropa tiene. La otra es gente caminando en la calle con las camisetas puestas, las paro y le preguntó cuánto la venden. La mayoría me da un precio y se las compro. La otra chance es por intercambio por otros que las tengan, también los familiares de futbolistas a veces venden porque tienen muchas. Una posibilidad es pedírsela a los jugadores, quizá después de mucho jorobar te la da. Algo muy común a veces es entrar a la cancha y sacársela a los jugadores, que lo vemos. Lo otro es comprarle a los utileros de los clubes, que las venden, y si no podés tener contacto vas con amigos de utileros. Yo he visto albañiles trabajando con camisetas o feriantes, y se las he comprado”.

El futuro para Alfredo no es más adelante, sino ahora. Tras un accidente de moto estuvo internado muchos días en CTI y cuando salió se imaginó lo que podía haber pasado con su gran cantidad de camisetas.

“Sé que las pienso disfrutar, por ahora es conservándolas. Nunca me olvido que es dinero, y primero debo alimentar a mi familia. Hace un tiempo tuve que vender una gran parte, muchos lo han hecho. Ahora estoy pudiendo conservar las que quiero, pero la verdad no sé qué podría pasar. Dejársela a la familia es complicado porque no la valoran como uno, ellos no saben lo que vale, sería tirar a la basura todos los años que coleccionaste. Yo creo que es mejor venderlas a gente que las valore, para exhibirlas. Las camisetas no pueden caer en manos de gente que no sabe lo que tiene, he visto camisetas tiradas o dañadas de pintura por mal cuidado”.

View more:

13 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *