Catorce años pasaron para que se volviera a ver algo que había estado siempre presente en la memoria de muchos: ver a la Selección Uruguaya de Basketball jugando en Uruguay. Y viendo lo que se vio en estos tres partidos de la Americup, cabe preguntarse todo lo que 120 minutos de basketball lograron cambiar en el ambiente.
Aquel gurisito que corría con la pelota por el Cilindro que ya no existe, mientras su padre salía campeón sudamericano en 1995, es hoy un jugador top de la Euroliga y la gran carta que tiene nuestro basketball para construir sólidas esperanzas de volver a un Mundial después de muchos años. Jayson Granger se ganó a los escépticos, a los que no lo conocían, a los que no sabían si era uruguayo o nacionalizado y a los que lo criticaron innumerables veces sin conocer el trasfondo de sus negativas a jugar por la selección. El entrenador Marcelo Signorelli no tuvo reparos en reconocer en la conferencia de prensa, que mientras Jayson venga a jugar por la selección, seremos competitivos.
Pero la selección no fue solamente Granger, sería injusto desconocer a los otros dos integrantes de nuestro propio “tridente”. Uno dando sus primeros pasos en el primer nivel, el otro volviendo en plena vigencia luego de 15 años imponiendo lo suyo en el poste bajo por las canchas del mundo. Fitipaldo y Batista demostraron por qué son de élite cada uno en lo suyo, demostrando compromiso y siendo pilares del juego y la entrega que ayudaron a ese romance que nació con unos cuantos de los que poblaron el Palacio Peñarol y con otros tantos que lo vieron por televisión.
De golpe, teníamos una selección que podía jugar frente a su público, que podía tener un centro de entrenamiento propio y las condiciones necesarias para trabajar como se debe. Ya no se hablaba de grupo dividido, de jugadores que no querían venir y no había novelas en las que el presidente de la Federación era protagonista y alguno de los jugadores el villano de turno. Todo en esos tres días se pareció bastante al ideal, con posibilidades de seguir mejorando. Es lo que tienen los idilios, por eso hay que aprovechar para seguir construyendo en esta dinámica positiva.
Cómo rodear mejor a Granger, Fitipaldo y Batista, es el gran tema. Sabemos que este tridente podría haber sido un cuarteto, si hubiéramos podido contar con Mathías Calfani. Con él, vamos a recuperar a un grande joven, atlético y de gran vocación defensiva; de gran presente y con potencial para seguir creciendo. También es sabido que el cuerpo técnico evalúa las posibilidades para incorporar a un nacionalizado para reforzar el juego interno, en el que Batista no puede ni debe seguir jugando 38 minutos por partido para poder aspirar a algo. Las posibilidades pasan por el brasileño Hatila Passos, hombre ya dirigido por Signorelli; o el norteamericano Anthony Johnson (Ex Atenas, Biguá y Welcome, hoy en Weber Bahía Blanca), más joven y atlético. Cualquiera de ellos dos, estaría siendo un recambio de garantías para el pivot más importante de la historia de nuestro basketball.
El desafío para las “ventanas FIBA”, Eliminatorias para el Mundial de China 2019, pasa por tratar de reunir el mejor talento posible para aspirar llegar a una cita mundialista en la que no participamos desde 1986. Hay algunos jugadores jóvenes que comienzan su andadura en el exterior, caso Luciano Parodi y Gonzalo Iglesias; otro como Juan Ignacio Ducasse, que continuará su experiencia en un High School en Estados Unidos, otros como Hernando Cáceres o Mauro Zubiaurre que buscarán dar un paso adelante en la Liga Uruguaya. La realidad de todos ellos es bien diferente, por eso salta a la vista que el caso de Ducasse es tal vez la “joyita” a la que más hay que cuidar. Con 18 años y 2.06, es la gran esperanza de contar con un jugador como no abundan en la posición de 3. Su caso deberá ser el paradigma de la paciencia y el trabajo constante, porque de nada servirá que pretendamos de él que sea figura ahora. Como se dice en algún caso de proyectos que son elegidos en el Draft de la NBA aun sabiendo que el potencial no es más que una incógnita, Ducasse tal vez esté “a dos años de que le falten dos años” para poder ser un jugador importante en nuestra selección. Mientras tanto, que siga sumando horas de vuelo.
Como es lógico, siempre es tentador imaginar la presencia de alguna figura de las que ya no están. No sería la primera vez que un jugador retirado de una selección vuelve porque ve que las cosas han cambiado para bien, porque le picó el bichito o porque siente que todavía puede dar una mano. Signorelli ha declarado públicamente cuando dio a conocer la lista para esta Americup, que si Leandro García Morales quiere abrir otra vez la puerta de la selección, él le da la llave sin problemas. Si el jugador más desequilibrante de nuestra liga estuviera dispuesto a sumarse, ni que hablar que el equipo nacional ganaría un aporte muy valioso de alguien que tal vez ya no esté para tirar del carro, pero sí para ayudar con su innegable talento y experiencia.
Pero todo eso será tema del futuro, como el saber si Granger podrá venir a todos los partidos (ya que su equipo juega Euroliga y no está obligado a cederlo). Quedémonos con todo lo bueno que se vio en estos días; en los que la planificación deportiva y organizativa, más el respeto y la pasión del público terminaron en un balance exitoso en el que se vieron muchas señales positivas, se clasificó a los Panamericanos de Lima 2019 y apenas faltó ganarle a Estados Unidos. Por ahora disfrutemos de estos 120 minutos de romance, que siguen en el aire.